Desde muy joven se le inculcaron profundos valores cristianos, en gran parte por influencia de su devota madre.

La vida cotidiana de Luis reflejaba su firme fe. Asistía a misa dos veces al día, recitaba el Oficio Divino y llevaba un cilicio bajo la ropa como forma de penitencia. Conocido por su humildad y caridad, a menudo atendía personalmente a los pobres, lavándoles los pies los Jueves Santos e invitándoles a cenar con él. También fundó numerosos hospitales e instituciones caritativas, como los Quinze-Vingts para 300 ciegos y hogares para prostitutas reformadas.

Su educación fue muy completa. Tutores seleccionados por Blanche le enseñaron latín, oratoria, escritura, artes militares y gobierno. Sin embargo, el principal objetivo de Blanche era cultivar en él un profundo respeto por la religión. A Luis se le enseñó a ver todos los aspectos de la vida a través de la lente de la fe, fomentando la humildad en la prosperidad y la resistencia en la adversidad. Entre sus instructores había varios frailes franciscanos.

Con sólo 12 años, Luis se convirtió en rey tras la muerte de su padre el 8 de noviembre de 1226. Su coronación tuvo lugar el 29 de noviembre de 1226 en la catedral de Reims. Debido a su juventud, su madre, Blanca, ejerció de regente y gobernó Francia durante su minoría de edad.

Luis IX consagró su reino a Cristo mediante la piedad personal, las reformas legales y administrativas guiadas por principios cristianos y el liderazgo en las cruzadas destinadas a defender la Cristiandad y Tierra Santa. Su reinado se considera a menudo el cenit económico y político de la Francia medieval, y fue ampliamente respetado en toda la cristiandad por su imparcialidad y sabiduría.

En su vida personal, Luis se casó en 1234 con Margarita de Provenza, con la que tuvo once hijos. Su matrimonio estuvo marcado por el respeto mutuo y el fervor religioso compartido.

El legado de Luis IX se extendió más allá de su vida. Es el único rey de Francia canonizado como santo por la Iglesia Católica. El Papa Bonifacio VIII lo canonizó en 1297, sólo 27 años después de su muerte. Se le considera el modelo del monarca cristiano ideal. Sus "Enseignements", o enseñanzas escritas para su hijo Felipe III, describían cómo ser un líder moral y justo, haciendo hincapié en el amor a Dios, la justicia y el cuidado de los pobres.