En las enseñanzas de los Maestros Ascendidos, el amor no es sólo una emoción, sino un ser cósmico, un principio y una energía divina que da forma a nuestra existencia. Por lo tanto, exploremos el concepto de amor divino, su significado para nuestra felicidad y cómo inspira actos de bondad y servicio.

¿Qué es el amor divino?

El amor divino es la forma más pura de amor, la que refleja la naturaleza de Dios. Es un poder cohesivo que une todo en el universo, desde el átomo más pequeño hasta la galaxia más grande. Actúa como un imán, atrayendo a los individuos hacia un centro de bondad y luz.

La esencia del amor divino trasciende los deseos personales y las motivaciones egoístas. No se trata simplemente de recibir afecto o placer, sino que encarna la bondad, el honor y el compromiso de vivir una vida íntegra. Este amor es una fuente de fuerza que nos permite superar conflictos y encontrar puntos en común con los demás. Aporta armonía y una profunda sensación de paz que trasciende todos los conceptos mentales.

El papel del amor en nuestra felicidad

El amor es un elemento fundamental de la felicidad. Cuando nos alineamos conscientemente con la energía del amor, nos convertimos en conductos de su poder transformador. Esta alineación no sólo enriquece nuestras vidas, sino que también trae grandes bendiciones a nuestro camino y un profundo sentido de plenitud.

El Maestro Ascendido Pablo el Veneciano, que supervisa el Rayo del Amor, nos dice que cuando utilizamos nuestros talentos y dones para difundir la felicidad y la belleza, nos convertimos en los mayores beneficiarios de nuestras acciones. Participar en actos de servicio y bondad amplifica nuestra experiencia de amor y mejora nuestros talentos. Por el contrario, cuando acumulamos nuestros dones en beneficio propio, podemos sentirnos vacíos o privados. El principio es sencillo: cuanto más damos de nosotros mismos a través del amor, más recibimos a cambio.

Amor y servicio: Una conexión natural

El amor divino es servicio incondicional. Cuando amamos de verdad, nos sentimos obligados a servir a los demás. Este servicio no está motivado por la obligación, sino por la alegría que produce ayudar a los que nos rodean.

El servicio, cuando está motivado por el amor, transforma no sólo a quien lo da, sino también a quien lo recibe. Crea un vínculo de confianza y conexión, reforzando la idea de que todos formamos parte de un todo mayor.

Cuando nos comprometemos con el servicio desinteresado, nos alineamos con el corazón del universo. Este alineamiento nos aporta una sensación de paz y plenitud, al saber que estamos contribuyendo a mejorar el mundo.

El viaje del amor

El viaje de comprender y encarnar el amor divino a menudo se desarrolla en etapas. Al principio, muchas personas experimentan el amor en el contexto de la familia y las relaciones cercanas. Este amor fundacional nutre nuestro sentido de pertenencia y seguridad. A medida que crecemos, podemos ampliar nuestra comprensión del amor para incluir amistades, donde la lealtad y el afecto desempeñan un papel importante.

Con el tiempo, algunas personas llegan a una fase en la que eligen conscientemente utilizar su amor y sus talentos para el bien común. Esta fase se caracteriza por un compromiso de servicio y el deseo de elevar a los demás, tanto a los que nos caen bien como a los que no. Esto es verdadero amor divino y refleja la naturaleza pura de Dios, porque Dios es amor, y Su naturaleza es bendecir y servir a todos Sus hijos y criaturas en el universo.

Conclusión

El amor divino trasciende la mera emoción; sirve como principio rector que da forma a nuestras vidas y nos conecta unos con otros. No se trata de recibir, sino de dar, compartir y servir. Es la clave de la felicidad y la plenitud, y nos inspira a seguir el ejemplo de nuestro Padre Celestial y de todos los Grandes Maestros Espirituales como Jesús, cuya naturaleza es bendecir y ayudar a todos los seres y criaturas de la creación.

Cuando llegamos a este punto, descubrimos lo que son la verdadera libertad y la felicidad. Todas nuestras acciones se alinean con el bien mayor, elevándonos por encima del karma y de la rueda de encarnaciones. Como resultado, nos convertimos en seres liberados y vasijas puras de Dios dondequiera que seamos conscientes en el universo. Nos transformamos en seres de causa y no en meros efectos. Nuestra naturaleza es servir y bendecir, impulsando la iluminación de quienes nos rodean.

¡Que Dios te bendiga!

Morgan Le Fay

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KARMA: LA LEY UNIVERSAL QUE RIGE LA VIDA

Karma, derivado del sánscrito que significa "acción" o "hecho", representa la Ley de Causa y Efecto, asegurando que cada acción tiene un resultado correspondiente. Aunque a menudo se concibe erróneamente como una fuerza de castigo, el karma es imparcial y nos guía hacia el crecimiento personal impartiéndonos lecciones esenciales a través de nuestras experiencias. Como jardineros de nuestras vidas, damos forma a nuestro destino a través de las semillas que sembramos. Comprender la interacción del karma y la reencarnación nos ayuda a reconocer que poseemos el poder de transformar nuestras realidades. Actuando con atención e invocando el Fuego Violeta, que disuelve el karma negativo, puede producirse una transformación más rápida y positiva.

LA LEY DE LA REENCARNACIÓN

La Reencarnación es una ley universal y un don divino. Inicialmente puros e inocentes como Adán y Eva, pero completamente inconscientes de nuestra divinidad, aceptamos encarnar para ganar conciencia de nuestra naturaleza divina. Cada encarnación actúa como una oportunidad de aprendizaje, guiándonos hacia el dominio de la vida y la adopción de nuestro verdadero yo. Aunque este concepto está ampliamente aceptado en Oriente, Occidente suele resistirse a él. Sin embargo, sin esta comprensión, los retos y los diversos destinos de los seres humanos no pueden explicarse realmente. A medida que comprendemos esta idea, la vida se vuelve más divertida y fácil, independientemente de los papeles a los que nos enfrentemos en esta encarnación actual.

AMOR DIVINO

El amor divino representa la forma más pura de amor, uniendo a todos los seres y trascendiendo los deseos personales. Promueve la felicidad a través del servicio desinteresado, animando a los individuos a compartir sus talentos para un bien mayor. Este amor profundo cultiva lazos de confianza y fomenta un sentimiento de plenitud, ya que está motivado por la alegría y no por la obligación. El viaje hacia la comprensión del amor divino evoluciona desde las relaciones familiares hasta compromisos más amplios, alineándonos en última instancia con el corazón del universo. Abrazar este amor conduce a la verdadera libertad y felicidad, permitiéndonos convertirnos en recipientes de Dios, sirviendo y elevando a todos los que nos rodean.